La Congregación
La fundación de las HCSCJ
Más adelante, el 7 de junio de 1947, las HCSCJ fueron agregadas oficialmente a la Orden Carmelita, estando como Prior General el Padre Kiliano Lynch.
La Iglesia reconoció y confirmó su carisma otorgándole el Decreto de Alabanza el 2 de febrero de 1955 y la Aprobación Definitiva el 13 de junio de 1964.
El Carisma Fundacional
Nuestro carisma nos impulsa a vivir el evangelio configurándonos de un modo especial con Cristo en su misión de Siervo de Dios y de los hombres.
Sienta como base y fundamento congregacional, este celo por el Dios vivo y verdadero. Viviendo sólo para su Gloria. "No hay nada en esta vida que nos deba llamar más la atención, nada, más que la Gloria de Dios" (T:M: pág. 28. Segunda edición). Entendiendo "la Gloria de Dios" con toda la densidad teológica que posee. Esta Gloria de Dios se manifiesta en toda la Historia de la Salvación, y los que bebemos de esta espiritualidad debemos ser reflejos vivos de ella. "Llamados a renovar el espíritu de nuestra mente, y a revestirnos del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad" (Ef 4, 24).
A ejemplo de María, Madre Asunción quiso responder fielmente, y respondió de hecho, a las diferentes llamadas que Dios le hizo, acogiendo e interiorizando su Palabra y actuando según su voluntad en cada momento.
A ejemplo de María, Madre Asunción quiso responder fielmente, y respondió de hecho, a las diferentes llamadas que Dios le hizo, acogiendo e interiorizando su Palabra y actuando según su voluntad en cada momento.
Acciones - servicios en que se expresa el carisma
En la historia vivida por la Congregación se ha visto corroborada esta disponibilidad. En los años que siguieron a la guerra civil española, donde había una enorme cantidad de presos y la situación de las prisiones era lamentable, nuestras Hermanas estuvieron en un gran número de prisiones de España, las cuales se fueron dejando a medida que la realidad política y social fue cambiando. Así otros servicios, de acuerdo a los signos de los tiempos, se han encarnado de formas distintas, procurando siempre responder de acuerdo a las llamadas y retos más urgentes de la Iglesia y el mundo.
El servicio de colaboración y participación en la acción evangelizadora ha ido evolucionando y encontrando nuevos cauces de expresión, desde una actitud sincera de búsqueda y discernimiento, tanto entre nosotras como con algunos Obispos, sacerdotes y laicos, atendiendo a las urgencias de cada momento histórico. De este discernimiento resultó la inserción en barrios y pueblos, compartiendo la vida de sus gentes con sus luces y sus sombras, y con perspectiva evangelizadora, participando en la pastoral de conjunto.
La Congregación, consciente de este don carismático, se abre a todas aquellas personas que sienten desde su propio estado laical, la necesidad de vivir su fe, desde estas connotaciones carismáticas, formando comunidades cristianas, proféticas - contemplativas; abriéndose a su vez a otros grupos, ofreciendo su tiempo y esfuerzo a favor de los más necesitados.
Configuradas con Cristo
- Vivir en medio del pueblo, solidarizándonos evangélicamente con los más pobres.
- Escuchar la Palabra de Dios desde una actitud orante.
- Vivir la fraternidad, a través de la acogida, del servicio y de la igualdad.
- Aceptar los desafíos de la historia. Anunciar la liberación del oprimido.
- Impulsar y acompañar comunidades y grupos cristianos (niños, jóvenes, adultos)
Todo esto en comunión con la Iglesia, desde una actitud profética, reflejando las actitudes de la Virgen María, nuestra Madre y Hermana del Carmen, a quien tenemos especial devoción.
Si quieres conocer más:
Nuestro Escudo
El escudo de las Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús es una evolución del escudo general de la Orden de los Carmelitas. Por eso, podemos encontrar en él muchos de sus rasgos distintivos junto a otros que son propios nuestros.
En primer lugar, el monte Carmelo, señalado en color verde. Con este elemento expresamos nuestra disposición a ser lugar de oración y de encuentro con Dios; de la misma forma que ya lo fueron todos los montes que aparecen en la Biblia. En el monte Carmelo vivieron los primeros Carmelitas, de ahí viene nuestro nombre.
En el centro del monte encontramos una estrella grande y blanca; hace referencia a la presencia de la Virgen María en este lugar, a quienes los Carmelitas le tenían una gran devoción y veneración y la llamaban la "Señora del Lugar"; hoy la llamamos Virgen del Carmen, Madre, Hermana y Patrona de los carmelitas.
Por encima del monte se encuentran dos estrellas que representan al profeta Elías y su discípulo Eliseo, a quienes los carmelitas imitamos por su ardor profético en defensa de los más pobres y sobre todo por su celo en la fe de Yahvé, cuyo culto había abandonado el pueblo Israelita. Elías es el abanderado de Yahvé en tiempos de cambio, para devolver al pueblo a la fidelidad, a restaurar la Alianza. De Elías nos viene el lema: "Vive Dios en cuya presencia estoy".
Todos estos símbolos son comunes a todas las congregaciones carmelitas repartidas por todo el mundo. Sin embargo, en nuestro escudo encontramos un elemento original e identificador de nuestro carisma. Fue en el X Capítulo General de 1982 cuando se vio necesario introducirlo.
Por detrás de todos los elementos encontramos una cruz, expresión de nuestra identificación con el Jesús-Siervo en su misión de servicio a Dios y a los hombres. Este símbolo es muy importante por la fuerza que proyecta la cruz de Cristo que es amor entregado, vida en plenitud y redención. Nos anima a seguir a Jesús manso y humilde, que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida por todos como Él mismo nos enseñó, lavando los pies de sus discípulos en la Última Cena, lección suprema de amor y de servicio.
Por detrás de todos los elementos encontramos una cruz, expresión de nuestra identificación con el Jesús-Siervo en su misión de servicio a Dios y a los hombres. Este símbolo es muy importante por la fuerza que proyecta la cruz de Cristo que es amor entregado, vida en plenitud y redención. Nos anima a seguir a Jesús manso y humilde, que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida por todos como Él mismo nos enseñó, lavando los pies de sus discípulos en la Última Cena, lección suprema de amor y de servicio.
El Carmelo
Los rasgos que expresen nuestra identidad carmelita
Nacidas de la misma fuente e interrelacionadas entre sí, la Oración, la Fraternidad y la Misión Profética, generan en nosotros ternura en la convivencia con los hermanos y hermanas, solidaridad con los excluidos y celo místico por la causa del Señor. Este símbolo evoca y expresa lo que esté en el corazón de la Familia Carmelita. Él nos confronta con nuestros orígenes, nos despierta para afianzar nuestra identidad, nos coloca en contacto con la fuente de la espiritualidad carmelita. Es bebiendo de esta fuente que se despierta en nosotros la preocupación por la Justicia y se fortalece nuestro compromiso con la Paz.
Ser Carmelita del Sagrado Corazón de Jesús (CSCJ) es vivir las dimensiones espirituales del Carmelo. El Carisma de la Congregación se nutre de la fuente espiritual de la Orden del Carmen. Se concreta en la vida del creyente que abraza esta espiritualidad viviendo:
Somos hermanos por el hecho de que Dios mismo nos amó primero (1Jn 4, 19) y nos tomó por hijos suyos en Jesucristo, enseñándonos a amarnos unos a otros como hermanos (1 Tes 4, 9). La fraternidad es central en la Regla del Carmelo; penetra toda la vida y misión. El reto de la CSCJ es expresar el amor fraterno por medio de unas relaciones interpersonales de confianza, sinceridad y solidaridad. Esto nos mantiene veraces con Dios y con el hermano.
Las raíces de esta dimensión vienen de nuestro Padre espiritual el Profeta Elías. En el primer Libro de los Reyes, a partir del Cap. 17, vemos que Elías, se retiró primero al torrente Querit, por orden de Dios; esta experiencia de retiro y presencia le va preparando para ser el profeta de Dios y del pueblo. Un segundo momento fuerte de su vida fue su encuentro con Dios en el desierto cuando huía, lleno de miedo, de las amenazas de muerte de la Reina Jezabel. (1Re 17ss). Ambos momentos fueron experiencias fuertes de encuentro con Dios y con su historia.
También en el Evangelio nos cuenta que Jesús se retiraba para estar a solas con Dios; estuvo en el desierto, contemplaba la realidad y desde esas vivencias, tomaba las decisiones para responder al querer de su Padre. La CSCJ vive esta actitud como Jesús y el profeta Elías para poder responder con fidelidad al proyecto de Dios en su vida.
También en el Evangelio nos cuenta que Jesús se retiraba para estar a solas con Dios; estuvo en el desierto, contemplaba la realidad y desde esas vivencias, tomaba las decisiones para responder al querer de su Padre. La CSCJ vive esta actitud como Jesús y el profeta Elías para poder responder con fidelidad al proyecto de Dios en su vida.
María es un referente para toda la CSCJ. Es la mujer que escuchaba la Palabra de Dios y la hacía vida. El ser del carmelita está impregnado de la Palabra de Dios que le compromete a ser Buena Noticia, como lo fue María para su prima Isabel. Buscamos, como ella, el camino que nos debe conducir al estado de oración, con sus manifestaciones en la vida contemplativa y en la acción profética. Como María, nos esforzamos en ser presencia de la Iglesia a través de comunidades contemplativo-proféticas que oran, anuncian la salvación con esperanza, viven el amor con alegría, denuncian el pecado con valor y sirven con sencillez y disponibilidad.
Los rasgos propios de Madre Asunción
La entrega abnegada. Este don es un legado que nos dejó Madre Asunción. Ella vivió en la más absoluta entrega y abandono a la voluntad de Dios: La gloria de Dios está en hacer su voluntad, repetía insistentemente. Jesús fue el centro de su vida, de su acción evangelizadora y de su solidaridad. Esta actitud la vivimos por la certeza de que nuestra riqueza es el Señor y buscamos "acumular para Dios" (Cf. Lc 12, 21b).
Amor a la Iglesia. Este sentimiento hacia la Iglesia la convierte como el lugar privilegiado para ponernos al servicio del Reino de Dios. Para el carmelita "El Reino de Dios no puede concebirse adecuadamente al margen de la Iglesia que ayuda a realizarlo, mucho menos puede concebirse la Iglesia cristiana al margen del Reino de Dios" (Ignacio Ellacuría, sj).
La CSCJ tiene como misión en la Iglesia "dar Gloria a Dios" sirviendo a los más pobres, y en fidelidad dinámica a su carisma realiza diferentes actividades en el campo pastoral y social, principalmente en la educación, cuidados de enfermos y ancianos, y otras necesidades... (Const 3.5).