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Nuestro Escudo

El Escudo El escudo de las Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús es una evolución del escudo general de la Orden de los Carmelitas. Por eso, podemos encontrar en él muchos de sus rasgos distintivos junto a otros que son propios nuestros.
El Monte En primer lugar, el monte Carmelo, señalado en color verde. Con este elemento expresamos nuestra disposición a ser lugar de oración y de encuentro con Dios; de la misma forma que ya lo fueron todos los montes que aparecen en la Biblia. En el monte Carmelo vivieron los primeros Carmelitas, de ahí viene nuestro nombre.
María En el centro del monte encontramos una estrella grande y blanca; hace referencia a la presencia de la Virgen María en este lugar, a quienes los Carmelitas le tenían una gran devoción y veneración y la llamaban la "Señora del Lugar"; hoy la llamamos Virgen del Carmen, Madre, Hermana y Patrona de los carmelitas.
Elías y Eliseo Por encima del monte se encuentran dos estrellas que representan al profeta Elías y su discípulo Eliseo, a quienes los carmelitas imitamos por su ardor profético en defensa de los más pobres y sobre todo por su celo en la fe de Yahvé, cuyo culto había abandonado el pueblo Israelita. Elías es el abanderado de Yahvé en tiempos de cambio, para devolver al pueblo a la fidelidad, a restaurar la Alianza. De Elías nos viene el lema: "Vive Dios en cuya presencia estoy".
La Cruz Todos estos símbolos son comunes a todas las congregaciones carmelitas repartidas por todo el mundo. Sin embargo, en nuestro escudo encontramos un elemento original e identificador de nuestro carisma. Fue en el X Capítulo General de 1982 cuando se vio necesario introducirlo.
Por detrás de todos los elementos encontramos una cruz, expresión de nuestra identificación con el Jesús-Siervo en su misión de servicio a Dios y a los hombres. Este símbolo es muy importante por la fuerza que proyecta la cruz de Cristo que es amor entregado, vida en plenitud y redención. Nos anima a seguir a Jesús manso y humilde, que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida por todos como Él mismo nos enseñó, lavando los pies de sus discípulos en la Última Cena, lección suprema de amor y de servicio.
Brigada Antiacoso